por Pablo Sieira

El pogo es sagrado y, más allá de una patada extra propiciada por algún sacado o una pierna levantada un par de centímetros de más, nunca apreció algo peligroso. Sin embargo, tiene un efecto colateral en el barrio de Nuñez, en los alrededores de la cancha de River. Según el último estudio realizado, el salto del público sobre el campo de juego genera ondas que se extienden varios kilómetros y afectan las estructuras de los edificios. El cálculo es bastante simple: 65 mil personas (poco más poco menos), por infinita cantidad de saltos por cada una. La molestia de los vecinos es igual al resultado de esa cuenta.
En declaraciones radiales, Linlaud explicó que el estudio determinó que los movimientos se ubican "17 veces por encima del valor máximo permitido" por la ley vigente en Capital Federal. "Las personas que asistieron al evento daban más de dos saltos por segundo, que en lenguaje técnico se denomina 2 a 2.5 hz" , remarcó el ingeniero, quien indicó que estos datos fueron arrojados por el informe de impacto ambiental.

No obstante, se realizarán algunas pruebas más en el estadio para determinar si pueden adoptarse medidas que prevengan los efectos ambientalmente nocivos de la intensidad con que miles de personas viven el fino arte del rock. Pero si el resultado es negativo, podría ser el adiós a un ícono de la escena rockera transnacional. Y también a U2.
Foto 2: pop.soniquo.com
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