sábado, 24 de julio de 2010

Abbey Road: una calle, un estudio, un mito, un clásico.

por Natalia Arenas
El universo que aglutina a los fans de The Beatles podría bifurcarse en dos: están los que en algún lugar de su casa tienen una réplica, un dibujo, un cuadro o símil de John, Ringo, Paul y George cruzando prolijamente la senda peatonal de la mítica "Abbey Road". Y están los que alguna vez o varias veces pensaron en tenerlo. Pero no todo es decorativo en este disco. Además de perpetrar la famosa portada en la memoria de millones de personas, los "cuatro de Liverpool" dejaron para la posteridad canciones sublimes que pueden acompañar desde el momento más dulce al más violento de una persona.

"Abbey Road" es, primero, un clásico desde su packaging. La portada se convirtió en una de las más famosas de la historia de la música, sólo igualada a Sargent Pepper's Lonely Hearts Club Band en el número de veces que fue aludida o imitada. Si bien "Let it be" fue el último álbum que publicaron los británicos, fue grabado con anterioridad a "Abbey Road". Aquí se desnuda un primer mito: el verdadero último disco de The Beatles fue el que hoy nos ocupa.
El segundo mito fue el que rodeó a la supuestamente simbólica imagen de los cuatro Beatles atravesando en fila india aquellas líneas blancas pintadas en el asfalto. Según la leyenda urbana, la tapa del disco era una pista para descubrir que Paul McCartney estaba muerto. La hipótesis era que lo que se estaba escenificando allí era un cortejo fúnebre: John Lennon iba adelante, vestido de blanco como un predicador o sacerdote; Ringo Star, de luto; George Harrison, con ropa vaquera e informal, era el enterrador y Paul, por ser el único de los cuatro que iba descalzo y con los ojos cerrados, se suponía que era el muerto, dado que en algunas culturas orientales los difuntos eran quemados descalzos. Finalmente, en la foto puede verse un auto negro estacionado a la derecha, en segundo plano… ¿un coche fúnebre? 24 años más tarde, McCartney parodiaría la tapa de Abbey Road con su álbum solista "Paul is alive", donde se lo puede ver cruzando la misma senda peatonal, detrás de un perro que parece llevarlo casi corriendo con su correa.
Como se sabe, el título del disco hizo referencia a la calle londinense donde aún hoy se encuentran los estudios en los cuales los Beatles habían grabado casi la totalidad de sus canciones. Hasta el momento de la salida al mercado "Abbey Road", el lugar se llamó simplemente EMI Studios y recién en 1970, a un año de la grabación del décimo tercero disco de los Beatles, cambió su nombre por el que hoy comparte con éste material y con la calle que lo alberga.
Pero hablemos del contenido. Hablemos de cómo, en el momento más espinoso de los Beatles como banda, estos cuatro muchachos lograron hacer un disco que, en 2003, se ubicaría en el puesto número 14 en la lista de los 500 mejores álbumes de todos los tiempos, confeccionada por la revista Rolling Stone. El álbum abre con "Come together", un ritmo oscuro que contrasta con la dulzura de una de las dos composiciones más populares de Harrison, "Something", probablemente una de las canciones de amor más bellas de la historia del rock. Originalmente pensada para el (otro) clásico "Álbum Blanco", su primera frase -"something in the way she moves"- fue tomada por el guitarrista de la canción homónima de James Taylor. El resto es pura ternura.
La primera contribución de McCartney está ubicada en la pista número tres y no es de las mejorcitas de su autoría, ciertamente. "Maxwell’s Silver Hammer" cuenta la historia de un psicópata que gustaba de asesinar a sus víctimas a martillazos. Inmediatamente después, la prosa de McCartney es reivindicada con una de sus mejores baladas: "Oh! Darling!", una canción que, dicen, le llevó horas de pruebas de vocalización para lograr una mejor interpretación. Algo que, claro, logró.
Sería injusto (con los temas anteriores) caer en un lugar común y hablar de una bocanada de aire fresco, pero si hay algo que suma Ringo Star con su único aporte autoral y vocal es, más que aire, alegría. "Octopus’s Garden", una canción que Star escribió y terminó de componer con Harrison, es una de esas obras que despiertan ganas casi reflejas de mover el pie y la cabeza sincronizadamente. Por su parte, Lennon aportó la sorprendente "I want you (She’s so heavy)", que no tiene mucho que ver con las anteriores (ni con las que le siguen). Pero resulta imposible ignorarla, no sólo como parte de este álbum, sino en el marco de toda la discografía de los Beatles, con tan sólo 14 palabras diferentes en los 8 minutos de grabación, sus arpegios y la sensación de que no es la versión de estudio la que se escucha sino una zapada de alguna de las Anthologies. El final no podría ser más adecuado: abrupto (como, tal vez, todo final debiera ser).
Otro de los puntos altos de "Abbey Road" hace su entrada con los inconfundibles acordes de guitarra del segundo gran aporte de Harrison a este disco, "Here comes the sun". Más allá de la particularidad de ser una de las pocas canciones en las que no participó Lennon, su mayor característica es la perfecta combinación entre letra y melodía. Tanto, que en unas pocas frases resuelve extraordinariamente el sentido de toda la canción y hace que uno se crea que, realmente, después de un largo, frío y solitario invierno, aquí viene el sol.
No menos perfecta es la siguiente pista que, si bien expresa su extrema sencillez, no deja de ser sublime, sobre todo por el logrado trabajo vocal. Se trata de "Because", tema en el que John, George y Paul cantan una armonía en tres partes, la cual fue grabada tres veces, por lo que finalmente se escuchan nueve voces. Según se sabe, primero se grabó la pista musical y después se trabajó en las voces. El resultado está a la vista. O, mejor dicho, al oído.

A partir de aquí, lo que muchos consideran el “clímax” de Abbey Road: el medley de 16 minutos compuesto por varias canciones cortas o sin terminar, que arranca con "You never give me your money", de McCartney, seguida de tres canciones de Lennon, "Sun king", "Mean Mr. Mustard" y "Polythene Pam". La divertida (y basada en una anécdota real) "She came in through the bathroom window", de Paul, a quien literalmente se le metió una fan por la ventana del baño de su casa. "Golden Slumbers", aquella tierna canción de cuna unida a "Carry that weight", ambas escritas por McCartney, pero acreditadas como Lennon/Mc Cartney. Aunque el tema "Her Majesty" integraba originalmente el medley, después se decidió que se ubicara al final, 14 silenciosos segundos después de "The End", lo que la convirtió en la primera pista “oculta” de la historia.
Antes de la génesis propiamente dicha de esta nota (pensada, desde un principio, para esta sección) alguien dijo: “Si podés explicar por qué Abbey Road puede ser considerado una obra cumbre, es suficiente”. Misión cumplida. Y final abrupto.

Foto 2: paranoidandroids.net
Foto 3: ionlitio.com

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