por Juan Trullet
Luego del recital de Paul McCartney en el estadio River Plate, es imposible no rememorar los momentos de toda una vida adornada por los Beatles. Y también se hace necesario para entender por qué tanta gente amuchada en ese lugar, por qué algunos pagaron cuantiosas sumas de dinero para verlo. En fin: por qué tanto alboroto. Los recuerdos no paran de surgir para explicar por qué tanta gente deliró con la nueva llegada del ex bajista de los Fab Four a la Argentina. Y tal vez sirvan también para explicárselo a otro, un tercero, con una historia parecida.
La historia es lejana en el tiempo. Decirle "vieja" es un despropósito. Ya que puede ser la misma historia de cualquier chico, en cualquier parte del mundo, en cualquier época. Hubo un tiempo en que los Beatles eran furor. El que no se involucraba con ellos, estaba "fuera del sistema". Era la banda que mas gente movilizaba en el mundo y yo sólo tenía 3 años.
Si bien a esa edad no se tienen muchos recuerdos, se ha comprobado que los hechos que han sido significativos para la persona en esta etapa temprana se fijan con mucha intensidad en las redes neuronales. Por eso recuerdo una tarde en que iba a molestarlo a mi padrino. El tipo estaba sentado en unos silloncitos con un primo mío y un sobrino de él. Mi tío tendría unos 22 y mi primo unos 17 ó 18 años. Ambos estaban frente a un "combinado" con los sobres de cartón de unos vinilos. Llegué haciendo bastante ruido, como para que jueguen conmigo, pero por el contrario recibí un reprimenda: "¡Sentáte, callate y escuchá!".
Me senté y empecé a mirar las portadas de los discos, en donde aparecían unos muchachos con el mismo corte de cabello "cebollita" que lucían mi tío y mi primo. Hasta se vestían parecido, con esas camisas de cuellos enormes, entalladas y de vivos colores, los pantalones de anchas bocamangas y los zapatos con taco bastante alto. Linda pilcha y lindos tiempos para vestirse así.
Durante las horas en que escucharon música y conversaron recibí un bombardeo de temas de The Beatles, chismes de la banda, mitos urbanos e imágenes. Había en ese cuarto láminas y pósters. Recuerdo uno en particular, con John Fonda y Dennis Hooper en las Harley Davidson sobre el puente de San Francisco, peli en la que también actuó un joven Jack Nicholson. No faltaba tampoco la imagen estampada en la pared de los "Cuatro de Liverpool" haciendo la seña corporal de "Help".
El ritual de escucharlos se repetía a menudo y yo simplemente lo disfrutaba. Durante algunos años oí de todo: que Paul había muerto, que si pasabas cierto LP de revés sonaba una letra con un mensaje diabólico que hablaba de Paul y de las desgracias que sufriría el grupo a partir de la muerte del joven Beatle. Pero también en ese tiempo aprendí a distinguir la voz de cada integrante, así como el sonido de las guitarras de Lennon y de George Harrison, el Bajo de Mc Cartney. Bueno... por supuesto la batería de Ringo.
En el secundario hice mi "primer" retrato de John Lennon en una hoja rayada "Gloria" -marca adecuada para los muchachos de Liverpool- y cuando terminé 4º año un amigo me prestó "Please, please me" y "Help". Ninguno de los dos puede dejar de ser escuchado. Así empecé. Y terminé por conocer de punta a punta el repertorio de los Fab Four al punto de identificar cualquier canción escuchando sólo el primer acorde y conocienco las tanto las letras como su traducción al castellano. Logré hacerme de un raro ejemplar de LP titulado "Por Siempre, Beatles". Es un vinilo que la EMI (Odeón de Argentina) se animó a publicar por su cuenta, juntando seis simples de dos temas. Este disco fué inmediatamente levantado de las góndolas de las disquerías y la EMI multó a su propia subsidiaria del "país de la joda". Siempre hay una argentinada.
Aprendí de memoria las frases célebres de Lennon en las entrevistas y me convertí en un firme seguidor del maestro. Con el tiempo entendí, además, que los Beatles fueron una banda de pibes del cole, que empezó como una joda y rivalizaba con otras bandas. Pibes de "estrato obrero" que la armaron de abajo y que a pesar de la fama, mantenían la inocente faz de la gente del suburbio. Es decir: como casi cualquier banda de un barrio argentino y por qué no, de otros países también.
Finalmente pude cumplir un sueño. Quise siempre ir a Liverpool, a conocer los barrios por donde se movieron de chicos, pero no se dió. Mi viejo no quizo cruzar el charco grande y cuando crecí se me complicó. Pero por fin pude ver y escuchar al último beatle que canta. El único que canta, del par que sobrevive. Los mas grandes (uno por la humildad y el otro por la soberbia y la lucha) han muerto, no de la mejor manera.
Paul nunca fué mi predilecto, es cierto. Quizás por esa boluda etiqueta que le colcoaron los medios masivos de comunicación, la de "El Beatle Burgués". Me perdoné de este maldito concepto años atrás, luego del asesinato de John. Los álbumes "Mac Cartney" y "Band on the run" del ex bajista de los "Cuatro de Liverpool" me hicieron entender que Paul era -y es- un músico excepcional y a la vez un tipo bastante piola. Por tal caso compré uno de las últimas publicaciones que iban a salir en vinilo "Give my regards of broad street". Un tesoro.
Después de haber vivido todo esto y de haberme perdonado el faltazo a su último concierto en la Argentina, el recital de McCartney pude vivirlo como si fuera la primera vez que descubría la magía de los Beatles.
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