domingo, 14 de noviembre de 2010

Arcade Fire se afianzó con "The Suburbs"

por Santiago Pérez Chiconi
Los canadienses de Arcade Fire sabían de ante mano que el próximo paso que iban a dar, luego de los dos fenomenales discos que llevaban editados, iba a captar toda la atención de la crítica y de un público que aguardaba asistir al ocaso de una gran promesa o bien a su consolidación como uno de los grupos más importantes de la actualidad. Afortunadamente, con “The Suburbs”, la banda liderada por el cantante Win Butler demostró nuevamente tener el talento y las espaldas suficientes para no dar lugar a las decepciones y entregó un disco que irá a parar derecho al tope de los listados de mejores álbumes de 2010, que en breve elaborarán las publicaciones especializadas.


De digestión más lenta que sus antecesores, el reciente trabajo de los canadienses –con una retrasada edición en Argentina- ofrece nuevas dosis de su característico rock épico, melancólico y eléctrico, aunque en esta oportunidad algo desprovisto de aquellos instrumentos poco habituales que solían utilizar, como violines, arpas, tubas y tantos más.
Con el prestigio ganado gracias a sus discos y sus poderosos shows en vivo, Arcade Fire refrendó su condición de grupo independiente y todo el proceso de grabación del álbum fue solventado por sus propios bolsillos, a fin asegurarse el control creativo total de su trabajo sin la interferencia y las sugerencias de los hombres de traje y corbata de las discográficas. La banda, que llevaba más de un millón de placas vendidas de sus dos trabajos previos, recuperó la inversión tras licitar la edición del disco entre varios sellos independientes aspirantes, lo que recayó en Merge Records.
El álbum se inicia con la canción que le da título, un tema de aires folk, acompañado de un piano saltarín, un colchón de cuerdas de violines y un estribillo en falsete a cargo de Butler. Sigue el ritmo hipnótico de “Ready To Star”, cuya frase inicial (“Hombres de negocios se beben mi sangre, como los chicos en la escuela de arte me habían advertido”) plantea las tensiones que genera el crecimiento popular de una banda preocupada por mantener su independencia e integridad artística. Con este tema vienen comenzando los recitales de su actual gira, que ya tuvo tres fechas triunfales en el Madison Square Garden de Nueva York, además de los cierres de los festivales más importantes del mundo como los de Lollapalooza, Reading y Leeds.
El tercer track, “Moder Man”, es una de las melodías más hermosas del álbum, en medio de una instrumentación bien cruda para los parámetros de Arcade Fire, sin presencia de cuerdas, ni artilugios rebuscados. La letra de la canción (y de la mayoría de las del disco) gira en torno a los recuerdos de Butler de su infancia en los suburbios de Texas (EE.UU.) y una comparación con el actual mundo moderno y tecnológico, percibida desde un hombre que ingresa a la madurez, a poco de haber cumplido los 30 años.

“Rococo” devuelve el entramado de violines y nos hace imaginar a la banda tocando dentro de una iglesia medieval, característica por la cual la crítica acuñó la etiqueta “rock barroco” para describir la música de la banda de Montreal. En la acelerada “Empty Room”, la esposa de butler, Régine Chassagne, lleva la voz principal, impulsada por unas cuerdas sinfónicas que otorgan la sensación de que alguien canta desde el cielo. “City With No Children” lleva el sello de su admirado Bruce Springsten, mientras que “Half Light I”, cantada a dúo por Win y Régine, es sencillamente emocionante. La base con secuencias electrónicas de la segunda parte de “Half Light” nos remite a unos New Order, pero diferenciados por esa voz dramática que tiene Butler.
Bruscamente, los canadienses pasan a otros terrenos con el proto-punk “Month of May” y contrastan luego la reposada “Wested Hours”, con un tipo producción que se repite en todo el disco: bien detallada, pero disminuyendo los niveles de pomposidad de los trabajos anteriores. “Deep Blue” también tiene un acompañamiento sencillo para lo que Arcade Fire nos tenía acostumbrados, aunque su coro cargado nos recuerda a sus primeros trabajos. Súper efectiva resulta “We Used to Wait”, mientras que la bella “Sprawl II (Mountains Beyond Mountains)” con la voz de Régine y sus sintetizadores suena a unos ABBA mezclados con The Human League.
El extenso álbum de 16 canciones concluye con “The Suburbs (Continued)”, donde Win y Régine repiten como un mantra una frase que atraviesa todo el álbum: “A veces no puedo creerlo, estábamos más allá del sentimiento”.
Desde sus comienzos la banda demostró que no iba a ser una más: está integrada por siete miembros (aumenta a diez en los recitales) multiinstrumentistas; Butler y Régine Chassagne, líderes del grupo, además son matrimonio; su placa debut “Funeral” (2004) es considerado una de las mejores de la década anterior, al tiempo que la crítica y la plana mayor del rock mundial y local les rinden pleitesía. Conscientes de que jamás volverán a sorprender de la forma que hicieron con su monumental disco inicial, para esta ocasión Arcade Fire introdujo sensibles modificaciones en su sonido y entregó el mejor trabajo que podía realizar: ni más ni menos que uno de los mejores discos del año.

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