El rock en su estado más rústico, más neanderthal, siempre estuvo allí a pesar de las evoluciones, de los arreglos con botoneras eternas, de las influencias de estilos varios. Jamás puso las barbas en remojo. Y ayer quedó demostrado cuando los barbudos de ZZ Top hicieron vibrar las paredes del Luna Park al compás de la guitarra de Billy Gibbons, el bajo de Dusty Hill y la batería de Frank Beard. Esas voces crudas, esos mismos tres acordes que usaron durante décadas y la mística clásica del auto, las chicas, el wishky y el humo lo envolvieron todo por una noche que terminó (como no podía ser de otra manera) con "La Grange". Como para volver en auto o moto, y por ruta.
La legendaria banda de rock sureño, mejor conocida como "the little ol' band from Texas" (la pequeña vieja banda de Texas), no perdió su encanto y repitió la fórmula del éxito: los sombreros, las gafas oscuras que comenzaron a usar en 1979 por su tema "Cheap Sunglasses" y las famosas barbas que no se afeitaron jamás. Todo estuvo allí. Y, por supuesto, el rock "rutero" al palo, ese que muchas veces obliga a la pregunta acerca de por qué ya no se hace esa música. Y, si hace, dónde diablos está.
El show comenzó con "Got me under pressure", un anticipo de la fiesta que se venía. El pasito coreo de Gibbons y Hill al ritmo de los tambores de Beard -el único sin barba- hipnotizó y divirtió a todos los presentes, que deseaban subirse al escenario para acompañar a los ZZ Top en ese ritual tan clásico y tan auténtico. Casi sin darle un respiro a las cuerdas, comenzaron a tocar "Waiting for the bus" y ahí se supo: lo que desataron los Top ya no tenía vuelta atrás.
El momento bluesero llegó con "Jesus just left Chicago", mientras el público masulino era seducido por la imagen (¡éramos tan pobres!) de una rubia bailando en la pantalla, rodeada por las llamas de un fuego que jamás se apagaba, similar al que ardió en los corazones de los nostálgicos del rock básico, ese que se hace con tres acordes, técnica que el trío defiende con orgullo. Y no es para menos, ya que ésta receta les ha dado resultado durante años y los ha llevado sin escalas al Salón de la Fama del Rock and Roll.
La velada eléctrica continuó con "I'm bad, I'm nationwild" seguida por el clásico "Cheap sunglasses", esa rola que sirvió para demostrar que los dedos de Gibbons para la guitarra no se oxidaron con el paso del tiempo. Luego, los barbudos sorprendieron con "Hey Joe", de Jimmy Hendrix. Aunque, si uno lo piensa bien, la imagen que plantea la magnífica canción del prócer violero encaja bastante bien con el estereotipo del blues-rock sureño que encarna ZZ Top: un hombre recio, una mujer infiel y un arma de por medio.
Cuando parecía que ya habían dado sobradas muestras de quiénes son y quiénes nunca dejaron de ser, los Top arremetieron con "Gimme All Your Lovin", "Sharp Dressed Man" y "Legs", clásicos de su disco "Eliminator". El trío dejó el escenario a sabiendas de que esos últimos tres temas habían dejado a todos con ganas de más. Así que volvieron para que Hill entonara "Viva Las Vegas" y cerrar con la nave insignia de la banda: "La Grange", ese blues que cuenta la historia del "mejor burdel de Texas" y que todos esperaban desde que comenzó el espectáculo.
Si bien la imagen de los ZZ Top es carne de cañón si de parodias se trata, su música es mucho más que barbas y gafas oscuras con bailes incluídos. Su estilo es clásico, auténtico, fiel a sí mismo y a quienes nunca abandonan las bases. Este trío supo ser el adalid de este género primitivo, siempre disponible para ilustrar una escena de un auto a toda velocidad por la ruta, un hombre desalineado en un burdel, un mesa de póker, una juerga de cerveza y licor hasta reventar. En fin: todo lo que subyace en el rock por debajo de la intelectualidad y los mensajes que salen de lo más profundo del alma. Porque un poco de ocio nunca viene mal.
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