por Pablo Sieira
Tras ocho años de espera, Divididos volvió a las bateas de todas las disquerías con su nuevo álbum, “Amapola del 66”. La banda de Ricardo Mollo y Diego Arnedo, que no editaba un trabajo de estudio desde “Vengo del placard de otro” (2002), nos trae un disco contundente y de una riqueza que al principio puede ser difícil de saborear. Y es que esta nueva placa demuestra no sólo que todavía les da el cuero para llevar orgullosos el apodo de “Aplanadora del rock”, sino que además les queda resto para probar cosas nuevas: es el primer disco para su propio sello, La Calandria; se dieron el gusto de experimentar con los sonidos y bautizaron al baterista Catriel Ciavarella, que grabó por primera vez con la banda que lo aceptó en 2004. Es cierto que regresaron con la energía que todos esperamos de ellos, pero (afortunadamente) lo hicieron renovados. Como si vinieran del placard de otro.
El disco viene con un DVD que contiene una entrevista realizada por Alfredo Rosso a la banda en momentos en que estaban comenzando a grabar “Amapola del 66” y escenas del proceso que los llevó a lograr este magnífico trabajo. Desde el arte de tapa, en el que se ve a Mollo y Arnedo en un pacífico lugar rural, comienza a anunciarse la idea general del disco: la necesidad de volver a lo más puro, a la tranquilidad que se ha visto contaminada por la acelerada vida de ciudad. Las referencias a ambos escenarios se notan no sólo en las letras de las canciones sino también en la composición musical, que presenta maravillosos contrastes entre momentos de calma extrema y explosiones densas o a veces enérgicas, más propias de la Aplanadora.
Algunas piezas del disco presentan sutiles ecos de Jimmy Hendrix o Led Zeppelin, como es el caso del tema que le da nombre al disco, donde el solo de voz de Mollo seguido por el de su infalible guitarra presentan atisbos de “In the light”. Pero no hay que adelantarse tanto: lo primero es lo primero. “Hombre en U” es la canción que abre el disco con la potencia característica de la Aplanadora del Rock. Mollo saca a relucir aquí esa habilidad tan propia para jugar con las armonías en distorsión. En segundo lugar se encuentra “Buscando un ángel”, un rock ágil y fácilmente digerible en el que se refleja (tal vez mejor que en el resto del álbum) esa idea del hartazgo por la vida en la ciudad. Estos dos primeros temas están allí como para explicarle al oyente que Divididos sigue siendo Divididos. ¿Por qué sería necesario aclarar eso? Porque en lo sucesivo todo se complica.
A partir de aquí Mollo comienza a divertirse con algunas diabluras vocales extrañas para el estilo al que nos tiene acostumbrados y acompañado por Arnedo y Ciavarella, los tres inician un viaje en el que pasan constantemente de la excitación a la calma. Toda esta experimentación comienza a sentirse en “Mantecoso”. “Siempre soñé con una pared de equipos al re palo, hasta hoy”, exclama la letra del tema en lo que parece ser una alusión al entusiasmo por haber estrenado su propio estudio de grabación. Casi inmediatamente después comienza a sonar “Muerto a laburar”, un ritmo más pesado y oscuro que, ligado por un único sonido apenas perceptible, deriva en “Amapola del 66”.
Llegando al final del tema que da nombre al disco, Catriel Ciavarella dibuja en su batería algunos repiques de folclore que anuncian lo que viene. Sí, “La flor azul” muestra que el power trío todavía sigue teniendo un lugar en su repertorio para la música de nuestra tierras. Este folclore cuenta con la riquísima participación de Peteco Carabajal y su omnipresente violín. La perfecta labor vocal de Mollo es además acompañada por el bombo leguero de Arnedo, quien no sólo cambió el bajo por los cueros durante los 2:40 minutos de la canción, sino que también se lució con la guitarra acústica. ¡Ah las maravillas de la sobre grabación! El tema siguiente es ”Senderos”, ideal para que Ciavarella demostrara que fue bien educado por los veteranos de la Aplanadora del rock y que supo estar a la altura para su bautismo discográfico. Los ecos finales del tema se funden con el poema “Muchacha azul, princesa americana”, en la voz de su autor, Germán “El Churqui” Choquevilca. Este hermosa pieza es un detalle nada desdeñable del disco y une con bella sutileza “Senderos” con “Jujuy”.
Luego de “Caminando” aparece el mayor logro conceptual del disco: ”Boyar nocturno”. En este tema la guitarra calma de Mollo con un efecto reverse excelentemente ubicado nos sumerge muy profundo en la noche. Pero una vez que se le unen Arnedo y Ciavarella, nos abraza esa nocturnidad en la que caminamos perdidos, con un paquete de ideas inconexas que nos machacan la cabeza. Finalmente, el solo de slide final nos eyecta hacia “Avanzando retroceden”. Aquí Arnedo se vuelve a calzar la guitarra y nos susurra al oído la letra de este hermoso tema, casi como si nos estuviera acunando en medio de este momento de paz absoluta que ofrece el disco.
La canción se va apagando y pueden oírse unos sonidos confusos que varían entre coros de ópera y cumbia y que explotan para dar lugar a “Perro funk”, un tema enérgico en el que el power trío se combina casi telepáticamente. Finalmente, 25 silenciosos segundos después, el disco ofrece el bonus track “Todos”, un oscuro blues al mejor estilo Led Zeppelin en homenaje a los alumnos del colegio Ecos, víctimas de la tragedia de Santa Fe.
La caótica guitarra de Mollo, el eterno pilar que construye el bajo de Arnedo para sostener toda la estructura musical, como siempre ha sido, y la caprichosa batería de Ciavarella. Todo eso, sumado a unas ganas notorias de probar cosas nuevas hacen que “Amapola del 66” no defraude las expectativas de quienes han esperado durante ocho años un nuevo trabajo de Divididos. La única decepción posible es la de quien espere encontrarse con un disco más del montón. Y es que como dice el tema homónimo, este disco “no es reedición, es redención”.
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