jueves, 26 de agosto de 2010

Altos y bajos de Ozzy con "Screm", su último disco

por Santiago Pérez Chiconi 
Quien haya pensado que el padre del heavy metal Ozzy Osbourne, a poco de cumplir 62 años, estaría meditando su retiro de la escena musical, se equivocó. El legendario ex cantante de Black Sabbath acaba de editar “Scream” su duodécimo trabajo en solitario, cuya mayor novedad es la ausencia del formidable guitarrista Zakk Wylde, quien estuvo a su lado durante los últimos 22 años. En esta oportunidad Ozzy entrega un álbum con un puñado de canciones interesantes, aunque lejos del nivel de sus primeros discos de comienzos de 1980. 

Detrás de las seis cuerdas, el  griego de 29 años Gus G. salió airoso en su misión de llenar el lugar que dejó Wylde y que hasta 1982 había ocupado el virtuoso Randy Rhoads, muerto en un accidente aéreo. El disco comienza con uno de sus mejores tracks,  “Let It Die”, a pura potencia y cambios de ritmo por parte del flamante violero, hasta que Ozzy retoma el estribillo sobre el final de la canción. La primera conclusión que se extrae tras escuchar este tema inicial es que su avanzada edad y los excesos de drogas habrán hecho mella en ciertos aspectos de su salud, pero no afectaron en absoluto su voz, idéntica a la de los años dorados de Sabbath. 
A esa pieza, le sigue el corte de difusión del álbum, “Let Me Hear You Scream”, que mantiene cierta garra, pero sin igualar el nivel de su antecesora. El disco levanta vuelo de inmediato con la melodía de “Soul Sucker”, quizás el mejor tema del cd. Luego sorprende el inicio casi pop del segundo sencillo extraído del disco, “Life Won't Wait” -que recuerda a “Follow You, Follow Me” de Genesis- , pero enseguida el estruendo de las guitarras devuelve todo a su lugar. 
"Life Won't Wait" no es la única canción que recuerda a otras obras. La extensa intro de guitarras españolas en “Diggin’ Me Down” posee reminiscencias del rock sinfónico de Yes, hasta que llega una violenta irrupción de las violas eléctricas que emulan a verdaderas ametralladoras.
Hasta aquí, el álbum mantiene un buen nivel, pero comienza a desplomarse con “Crucify” y “Fearless”, dos canciones que caen en la reiteración pese a los esfuerzos y las buenas intenciones de Gus G. Hasta que llega “Time”, un tema mediotiempo que se presenta interesante gracias a su coro inicial y la posibilidad que la da a Ozzy de explotar al máximo su característico timbre de voz. Pero inmediatamente hay otra baja con ”I Want It More” y ”Latimer’s Mercy”, dos temas que no aportan demasiado. El disco finaliza con la breve “I Love You All”, donde Ozzy parece enviar un mensaje de despedida a sus fans (“Dios los bendiga, los amo a todos”, son las palabras con las que cierra el álbum). 
“Scream” no va a ser un disco que quede en el recuerdo, pero hay que reconocerle al “Principe de las Tinieblas” su capacidad para mantener pisos de calidad en cada álbum, contrastando con otros artistas y bandas legendarias que en los ocasos de sus trayectorias no pudieron evitar desbarrancar con flojísimas producciones. Es lógico: Ozzy siempre fue distinto.

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