Santiago Pérez Chiconi
Una de las bandas más longevas que dio el postpunk británico, Echo & The Bunnymen, desplegó toda su elegancia y oscuridad en su tercera visita al país. Con la excusa de presentar su último disco “The Fountain” (2009), la agrupación liderada por el legendario vocalista Ian McCulloch hizo un repaso de su destacada obra, centrándose en las maravillosas canciones concebidas en la etapa 1980-1984, que influyeron a buena parte de las bandas más importantes de los últimos 20 años.
La noche lluviosa del miércoles no podía brindar un marco más adecuado para el tercer concierto en Argentina de estos disidentes del rock británico. La cita era en el boliche palermitano “Groove”, en el mismo local que hasta hace poco tiempo alojaba la bailanta “Metrópoli”. Ya dentro de la discoteca se podía observar un público de edades y looks de los más viariados y remeras de aquellas bandas de culto surgidas tras el declive del punk: Joy Division, Siouxsie & The Banshees, Jesus & Mary Chain.
Luego de que los plomos de la banda ingresaran al escenario por enésima vez para ultimar los detalles y la impaciencia del público comenzara a tornarse visible, los Bunnymen salieron a escena. El cantante y líder Ian McCulloch tomó el micrófono con la estampa de siempre: pelos revueltos, eternas gafas oscuras, campera, cigarrillo en mano y clásica postura de “no me importa nada”. A un costado el otro integrante de la formación original, el guitarrista y brazo derecho de McCulloch, Will Sargeant. La banda se completa con jóvenes sesionistas que aportan sangre nueva al binomio.
El inicio del show fue casi una declaración de principios de este grupo. Abrieron –al igual que en la anterior visita del 2006 en el teatro Gran Rex- con “Going Up” y “Show of Strength”, dos canciones tan lúgrubes y retorcidas como geniales, dirigidas al escucha más atento del grupo. Recién en el tercer tema, el público en general se levantó a puro pogo y coreó el punteo de la intro que emana de la guitarra de Sargeant en “Rescue”, una pieza más o menos cercana a un hit de la banda. Siguieron con “Villers Terrace”, otra gema más de su disco debút “Crocodiles” (1980), donde intercalan “Roadhouse Blues” de The Doors y “Jean Genie” de David Bowie.
Acto seguido, comienzan con “Bedbugs & Ballyhoo” del último disco que editaron en la primera etapa de su trayectoria, en 1987, pero McCulloch ordena detenerla sin que quede claro si es a causa de un problema de sonido o se olvidó la letra. No importa, pasan a “Seven Seas” otra de sus canciones más conocidas, perteneciente al fundamental “Ocean Rain” (1984). Se perciben desajustes con el sonido y una guitarra rítmica que se superpone a la viola líder de Sargeant. Pero esto pasa a un segundo plano cuando arremeten con la seguidilla “Bring on The Dancing Horses”, “Silver”,”The Disease” y “All That Jazz”, cuatro temas de los mejores compuestos durante los ’80 y entregados uno tras otro como si nada, casi con displicencia.
Pasando la mitad del concierto llega “Think I Need it Too”, la primera y única canción de “The Fountain” -el disco que venían a presentar- y que se ubicó en el grupo de las más festejadas de la noche. La clásica del repertorio de la banda “Never Stop” es pura psicodelia, mientras que “All My Colours” es sombría y asfixiante, gracias esa batería que marca un compás tribal y su estribillo repetitivo como un mantra casi hipnótico. Esta canción había sido homenajeada por Soda Stereo en su último disco de estudio “Sueño Stereo” (1997).
El final del show es con una trilogía monumental: “The Back of Love”, “The Killing Moon” (ni bien Sargeant hace los célebres punteos con la guitarra Teardrop de 12 cuerdas se prenden todas las camaritas digitales) y “The Cutter” (quizás la favorita del verdadero fan de los Bunnymen).
Regresan al escenario y el primer bis es la canción más famosa de la segunda vida del grupo iniciada en 1997, “Nothing Last Forever”, que se funde con “Walk on The Wild Side” de Lou Reed a modo de medley. A esa altura, faltaba otra que estaba esperando todo el público y si bien los Bunnymen se caracterizan por no realizar demasiadas concesiones, esta vez conceden y llega nomás “Lips Like Sugar”.
En el show que dieron días antes en Brasil el concierto terminó allí mismo, pero el público argentino se mantuvo estoico y a pura ovación hizo retornar una vez más a la banda. Los Bunnymen se despacharon entonces con “My Kingdom” y una versión extendida de “Do It Clean”, en donde McCulloch aprovecha para cantar fragmentos de temas de variados artistas, que van desde el rey del soul James Brown hasta los últimos héroes del rock independiente Arcade Fire.
Tras los saludos de rigor, la banda desapareció y junto a la música de The Cure y The Cult que salía de los parlantes del local se inició la retirada de las 700 personas que fueron testigos del tercer paso de los Bunnymen por Argentina.
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