por Santiago Pérez Chiconi
Se veía venir, pero no por eso duele menos. Sus excesos y fantasmas internos parecían ser lo único que podía llegar a apagar su prodigiosa voz y así sucedió. Partió Amy Winehouse a los 27 años. Una gran voz, grandes canciones... y una gran pena. Dueña de una variedad de registros envidiable, la voz de la joven londinense parecía partir de su corazón más que de su garganta. Y esa virtud puesta al servicio de notables composiciones como Rehab, Love is a Losing Game o Wake up Alone la llevaron a la cima.
En 2003, editó su primer disco, Frank cuando tenía solo 19 años. No desató un éxito comercial pero fue lo suficientemente bueno para que la crítica especializada la marcara como una artista a seguir de cerca. Exhibiendo un soul/jazz aggiornado a un sonido pop urbano y moderno, Frank contenía destacadas canciones, entre ellas Stronger Than Me, Fuck Me Pumps y los aires de bossa nova de Cherry. Sólo le faltó mayor difusión y un mega hit que la catapultara.
En 2005 los planetas parecieron alinearse cuando conoció y constituyó una dupla creativa con el fantástico productor Mark Ronson. Ese trabajo conjunto dio lugar al año siguiente a uno de los discos más grandes de la década pasada: Back to Black. Su primer single, Rehab, donde narraba en primera persona su negativa a rehabilitarse de sus adicciones, fue la bomba del disco y a su vez la punta de un iceberg. Porque con adentrarse un poco en el álbum uno se encontraba con una gran canción tras otra.
Con el éxito descomunal de su segundo disco, vinieron los premios Grammy, el acoso de los papparazis apostados día y noche en el frente de su casa, escándalos relacionados a la tumultuosa relación con su ex marido y noches de salidas con descontrol y abuso de drogas.
A mediados de 2008, luego de un mediocre concierto en el Rock in Rio de Madrid y uno bastante mejor en el festival de Glastonbury, Amy finalizaba la gira de presentación de Black to Black.
A partir de allí, muchas versiones y noticias sobre su vida privada y poco y nada sobre música. Se sabe: el regreso después de un álbum súper exitoso que te convirtió en estrella mundial suele ser complicado. Ha sucedido antes con casi todos los artistas que atravesaron esa situación. Durante esa época de mutismo total Amy tuvo unas extensas vacaciones en el Caribe, atraída por el ritmo de ska que quería imprimirle a su futuro trabajo. De hecho, en el tramo final de la su última gira la cantante venía sumando en sus shows varios covers de The Specials, banda inglesa que popularizó ese género. Trascendió que ella propuso grabar el futuro álbum en Jamaica y que el sello discográfico se mostró contrario a un vuelco musical de Amy al ska, lo que no ayudó para nada a agilizar su regreso.
Cuando el extenso silencio ya comenzaba a preocupar, a fines de 2010 se anunció una serie de cuatro conciertos de la cantante en Brasil. Productores argentinos hicieron tratativas para que Amy bajara a Buenos Aires pero fracasaron. Los hermanos brasileños tuvieron el privilegio de haber sido los últimos en haber visto en vivo a una Amy Winehouse en alto nivel. Los conciertos en Río de Janeiro, San Pablo y Florianópolis (del 8 al 15 de enero) salieron redondos, obtuvieron muy buenas críticas de la prensa e incluso la cantante los utilizó para
testear algo de su nuevo material.
El estreno de esas canciones parecieron confirmar que el regreso de Amy venía en serio y la salida del esperado y demoradísmo disco era cuestión de meses. Más aún cuando por esos días apareció en internet su primera canción grabada tras cuatro años de sombra, una versión de un clásico de los '60, It's my Party, destinada a un disco homenaje al legendario productor, compositor y colaborador de Michael Jackson, Quincy Jones.
Otra breve gira a iniciarse en junio en Belgrado parecía ser el último envión que necesitaba para culminar su nuevo trabajo, pero lainiciativa no resultó. En la primera fecha del tour europeo la cantante subió al escenario visiblemente borracha y debió finalizar el concierto de forma anticipada ante los abucheos y el descontento del público. Las escenas se pueden ver en varios videos capturados por los fans subidos a YouTube. Lamentablemente, ese show del pasado 18 de
junio se trató de su último concierto, un final que una artista de su calibre no se merecía.
Amy vivió rápido, y tuvo relaciones amorosas tormentosas que junto a su adicción a las drogas duras y las bebidas alcohólicas se reflejaron en sus ingeniosas letras. Para la posteridad quedarán sus únicos dos discos, que trascenderán por peso propio y no por la temprana muerte que siempre tiende a magnificar lo hecho en vida. Seguramente dentro de unos meses su discografía se ampliará con la edición del disco post mortem con el material que Amy tenía grabado. “Es uno de los días más tristes de mi vida. Fue mi alma gemela, mi hermana”, relató a la prensa un destrozado Ronson horas después del fallecimiento.
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